miércoles, 19 de noviembre de 2008

0.00 a.m.: Un nuevo día empieza. Dulce especial.


Cuando normalmente estaría introduciéndome en el mundo de los sueños, del descanso físico y mental, tu recuerdo me ha levantado de la cama hacia el ordenador.

No te conozco y poco sé sobre quién eres, pero me atraes. No sólo es el misterio que construyo al pensar en tu persona, sino las oportunidades que me ofreces para abrir un nuevo mundo. O muchos al mismo tiempo.

Siento una corazonada, un impulso interior y una fantasía. Y eso que hace dos meses no sabía ni que existías, ni que pudieras llegar a existir como ahora te imagino.

Me hablaron de ti y sentí celos. Pensé que serías una endiablada enemiga o una más de tantas otras mujeres que existen. De esas que queremos ser las únicas, diferentes, que pensamos que las otras son unas niñas con sus tonterías (o con cualquier otra excusa para insultarla)… Misoginia.

Eras mi rival, sí, porque te acostabas con él. Porque con él le permitiste ser infiel a tantas otras, y no quería que conmigo hicierais lo mismo (porque me pesarían mucho un par de cuernos más en la cabeza). Como no podía hacerlo de otro modo, indagué buscando más información sobre ti. Sin embargo, a pesar de mi misoginia y de las piadosas mentiras que él vertía sobre mi, descubrí algo que no esperaba encontrar…

(Recuerdo el sonido de cristales mientras mi burbuja iba destruyéndose en pedazos)

…Leía en tu blog tus intereses, tus curiosidades, tu forma de ser; y eres especial. No podía parar de leer, pero a la vez me inundaban sentimientos de rabia, de, de… impotencia. Quería aferrarme a la idea de ser la única, de creerme lo que él me decía. Con todo, ya no había marcha atrás. Ya no podía negar la nueva realidad que se proyectaba delante de mis ojos.

Esa misma noche conseguí tu teléfono y te llamé. Con una mala excusa empecé a hablar contigo. Pretendía que fuera una corta conversación, y sin embargo estuvimos mucho tiempo hablando y riendo. Mientras, curioseaba más sobre ti, analizando lo que me decías y cómo lo hacías. ¡Mierda! Eres tan dulce…

Esto suponía un tanto más para él, una mentira más que me había colado. Aunque por otro lado significaba el inicio de algo que no sé cómo acabará, pero que promete mucho.

Tengo una noticia para ti: después de saborear el deseo de disfrutarte, decido que me quedo contigo.